¿Tiene el cliente siempre la razón?
La frase “el cliente siempre tiene la razón” es bien conocida, algunos incluso abusan de su significado para llevar un conflicto a su terreno. Sin embargo, parece ser una consigna valida solo cuando el conflicto sucede en negocios privados, ya que en el sector público, al menos en Euskadi, la voz de los usuarios se escucha más bien poco, cuando de críticas o quejas al sistema se trata.
Esta percepción no emerge de la nada, solo hace falta mirar a nuestro alrededor, el ejemplo más escabroso que podemos encontrar es Osakidetza, que ha pasado de ser un emblema de excelencia en todo España a necesitar cuidados intensivos. Hace no tanto tiempo, nos llenábamos de orgullo al ir de vacaciones y presumir del sistema de salud público del que gozábamos en Euskadi. Ahora por el contrario, nos enfrentamos a una realidad muy diferente y si de algo podemos presumir es de listas de espera larguísimas, de un servicio de urgencias saturado, de servicios PAC (Puntos de Atención Continuada) escasos y sin personal suficiente sin olvidarnos de la crítica situación que vive a diario la atención primaria, otrora considerada la joya de la corona. Es en este punto, en la humilde opinión de quien escribe estas letras, donde radica una falla inadmisible, que desafortunadamente no solo se ha convertido en una experiencia cotidiana sino que además, parece que la población está interiorizando y normalizando. Conseguir una cita con el médico de familia es como un reto épico, parecido al realizado por Ulises en la Odisea de Homero, donde, con suerte y después de invocar a todos los santos, tendrá que pasar una semana para que se haga realidad.
Podríamos decir que la situación actual de Osakidetza es algo puntual, pero estaríamos desviándonos de la verdad, igual que algunos políticos de primera línea que prefieren maquillar la realidad. La crisis de Osakidetza es profunda, viene de lejos y al contrario de lo que nos quieren hacer creer con sus discursos obedece a un contexto de desmantelamiento planificado que ya no se molestan ni en disimular. Pero no solo los usuarios sufren las consecuencias, los trabajadores sufren precariedad laboral, temporalidad y un largo etc. Estos últimos, a pesar de ser grandes profesionales en su mayoría y hacer lo que está en su mano para cuidar nuestra salud con los pocos recursos que tienen, se enfrentan a una campaña de desprestigio continuo, El desinterés por parte de quienes tienen el poder y la capacidad de mejorar la situación es evidente, y a pesar del clamor popular, siguen sin mover un dedo.
Hace apenas 2 meses, un lamentable evento subrayo más si cabe esta crisis: Un vecino de la localidad de Laudio falleció a los 42 años tras no recibir la atención necesaria en un Punto de Atención Continuada (PAC) de Osakidetza. Tras sentirse indispuesto acudió a uno de los mencionados puntos de la red de Osakidetza, se supone que este lugar tiene que estar atendido por personal médico y de enfermería, pero ese día, en ese PAC, solo había personal de enfermería incapaz de ofrecer el tratamiento necesario. Esa situación precipitó los hechos, llegado el momento, los y las profesionales que atendieron a esa persona no pudieron hacer más que avisar a los servicios de emergencia para trasladarlo a un hospital, (servicios de emergencia, que también tienen su pelea correspondiente, ya que se trata en su mayoría de un servicio privatizado, pero eso da para otro artículo), el fatal desenlace se produjo minutos después, mientras se esperaba a la asistencia médica de emergencia.
Este trágico acontecimiento ha acentuado las protestas ciudadanas, todavía tímidas, pero la situación sigue siendo la misma, ya que recientemente un sindicato ha denunciado que el PAC de Llodio está de nuevo sin médico y lo peor, sin prever hasta cuándo iba a durar esa situación.
¿Cuántas personas tienen que morir para que los gobernantes se apiaden de nosotros y dejen de jugar con nuestra salud? No es una pregunta fácil de responder pues la respuesta solo la saben quiénes mueven las fichas del tablero desde sus butacas en ostentosos despachos.
Es esencial que expresemos nuestro descontento y nuestras exigencias para que esta situación de un giro de 180º. Debemos hacer uso de todas las plataformas y medios a nuestro alcance, y porque no debemos castigar a quien está jugando con nuestra salud. No debemos tolerar mas engaños ni permitir que se comprometa nuestra vida por intereses económicos.
Un sistema de salud pública robusto no es solo beneficioso para los ciudadanos, sino un derecho fundamental que debemos proteger y exigir a aquellos que nos gobiernan, honrando la lucha de generaciones anteriores. Es momento de demandar acciones concretas y significativas en materia de gestión de la salud.
En síntesis, creo sinceramente que deberíamos hacernos oír. Al fin y al cabo, cada cuatro años tenemos la capacidad de decidir a quién confiamos el honor para gobernar nuestra tierra. Y es el mejor momento que nunca. En las próximas elecciones tenemos que decir claramente que no estamos a gusto con lo que está pasando, que las cosas no se hacen así, que no nos engañen, que no merecemos que se llenen los bolsillos a costa de nuestra salud y de nuestra vida, que lo que le pasó al vecino de Llodio no volverá a pasar, que no queremos que ningún euro de nuestros impuestos vaya a las empresas privadas. Estas empresas, por un lado, sirven para garantizar el futuro de las personas que están gestionando mal y, si esto no fuera poco, ven que año tras año están aumentando sus ganancias.